No es una expresión de renuncia, pero sí de pena y dolor. Parecerá drástico decir que ha muerto la democracia en nuestro país, pero ante una institucionalidad completamente socavada la figura de elecciones por votación se vuelve poco más que maquillaje ante un sistema completamente desconectado de la ciudadanía que supuestamente representa.
Los eventos políticos de las últimas dos semanas han representado los síntomas de mortalidad de un sistema que por años ha estado gravemente enfermo. El pragmatismo, la consideración política y el cortoplacismo con el cual se han tomado las decisiones políticas ya por mucho tiempo han erosionado poco a poco los fundamentos de nuestro sistema democrático, dejando solamente la fachada, pero la integralidad estructural completamente viciada y destrozada.
Ha habido dos tipos de políticos a línea gruesa. Primero, y probablemente la mayoría, aquellos que han gobernado por su propia billetera. Inescrupulosos parásitos que encontraron en el sistema político la forma de exprimir a los ciudadanos, generando una verdadera división de clases en nuestra sociedad, entre aquellos que trabajan, producen e intercambian honestamente para ganarse la vida, y aquellos que no crean ninguna riqueza adicional a nuestro país y simplemente se lucran a través del sistema político y a costa de la ciudadanía.
El segundo tipo de político, más difícil de encontrar, pero que sin duda existe, ha sido aquel bienintencionado que ha entrado al sistema lleno de optimismo, pero que ha sido tragado por este sistema estructuralmente viciado, quién ha sido víctima de las volteretas politiqueras del primero, y quién se ha sentido forzado a sacrificar momentáneamente, según él, sus principios para lograr las negociaciones políticas necesarias para proteger lo que queda de la institucionalidad. Tristemente han aprendido a justificar “pequeños desvíos” en el rumbo del barco por necesidad política, creyendo, o queriendo creer, que después de estos pequeños desvíos se recuperaría el norte correcto.
Error. Entre desvío y desvío no hay más dirección que encontrar que para abajo. Y hacia abajo es que nos dirigimos. El decreto 743, cual violenta el orden constitucional y destruye el sistema de pesos y contra pesos, pilar del republicanismo. La negociación política por la Corte de Cuentas, que según pareciera pasará de las manos del PCN a las manos de GANA, con el obvio propósito de seguir protegiendo a aquellos que se lucran de los impuestos que los ciudadanos pagamos. Las maniobras políticas que se ingenian e implementan con el propósito de mantener el control sobre los partidos y las candidaturas en manos de una argolla política. Estas son solo un par de las muestras que evidencian un sistema podrido. Un sistema que ha sido destruido, con toda conciencia, por una clase de políticos vende-esperanzas y tranza-lo-todo.
Que en paz descanse nuestra democracia Salvadoreña. Y así tendrá que descansar hasta que aquellos que sí creemos honestamente en la justicia nos pongamos los pantalones para pararnos solida y perseverantemente en nuestros principios y enfrentemos las dificultades políticas que esto pueda implicar. En paz tendrá que descansar nuestra democracia hasta que nuestra indignación se convierta en un accionar consistente y en una oposición intransigente a todo pragmatismo político. En paz descansará hasta que la unidad de nuestras voces demuestre lo que ya es una realidad fundamental, pero lo cual han logrado menospreciar. Que los ciudadanos honestos y trabajadores, que creemos en el futuro de nuestro país y que estamos cansados de la dirección en el que lo llevan, tenemos mucha más fuerza en nuestras manos que esta clase política que hoy lo está destruyendo.
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