Estimados diputados,
Nuestro sistema político ha caído en la ilegitimidad. Ustedes han sido las útiles herramientas, por no decir los tontos útiles, de aquellos que más tienen de ganar por el caos generado. Quisiera pensar que no todos ustedes han llegado a sus puestos con la intención de defraudar al pueblo salvadoreño, pero muchos de ustedes han abusado de su poder vilmente. No solo las celdas nos privan de nuestra libertad. Cuando el sistema deja de representar a los ciudadanos, cuando el poder existe por el poder mismo, cuando la corrupción se desnuda sin vergüenza alguna ante nuestros ojos, la persona deja de ser libre.
Hemos perdido nuestra libertad. Las cadenas de la servidumbre no siempre son impuestas con violencia. A veces se aceptan sumisamente. Con nuestra complacencia hemos aceptado estas cadenas, pero ustedes han sido policía, juez y verdugo.
El camino a la servidumbre está lleno de pequeñas concesiones, de necesarias negociaciones, de consideraciones políticas y un sinfín de justificaciones. Pero en un abrir y cerrar de ojos, se hizo demasiado tarde, y por más que se excusen, no pueden evadir su propia responsabilidad. Pero repito. No creo que todos ustedes falten de la moral y conciencia necesaria para aceptar los errores cometidos. Por eso, a ustedes, estimados diputados, que en su silencio han pecado por omisión, pero que en el fondo saben que las cosas urgen ser diferentes, les pregunto:
¿Hasta cuándo?
De nuestro propio silencio empiezan a surgir voces. Aún es solo un murmullo, pero en su timidez encierra una pasión lista a detonar. Una pasión por verdadera libertad. Una pasión por el control de nuestros propios futuros. Subestiman ustedes, estimados diputados, el poder de este murmullo. Se burlan de él.
Quién sabe que lucha por el bien nunca debe ser desalentado por las voces del mal. La perseverancia es el arma que ganará la batalla.
¿Hasta cuándo, estimados diputados, por lo menos ustedes pocos que guardan una semilla de decencia, aceptarán ser herramientas sumisas del abuso y la explotación? Los invito a pararse hoy a la par de nosotros. Los invito a denunciar un sistema podrido. Los invito a aceptar honestamente los pecados del poder, a rectificar, a acertar su independencia y relucir por primera vez sus principios.
Hasta el día que se unan ustedes a nuestro clamor, les seguiré preguntando en mi decepción:
¿Hasta cuándo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario