No quisiera ser pesimista, pero me preocupa seriamente el rumbo de nuestro país. Ingenuo es aquel que dice, como me dijeron recientemente en twitter, paciencia que no es fácil implementar las cosas. O como nos dice el mismo Presidente Funes, en su campaña publicitaria de lujo, envidia de cualquier corporación multinacional pluri-multi-millonaria, que puede ser que no siempre marchamos al paso que queremos, pero que vamos en la dirección correcta. Pues tomara solamente una pizca de razonamiento crítico para realizar que las cosas no están bien y no se dirigen en el rumbo correcto. Bueno, al menos que el rumbo al que se refiere Funes sea hacia Brasil, con un par de cientos de millones en la bolsa.
Me acuerda el contexto a aquello que dicen del sapo. Que si lo metes en una olla de agua hirviendo, salta apresuradamente y se escapa. Por el contrario, si lo metes en una olla de agua al tiempo, y vas hirviendo el agua en lo que el sapo está adentro, en lo que suben los grados, el sapo se va acoplando, y al hervir el agua, el sapo muere, muy tranquilo, paciente y con las mejores expectativas del futuro. Pero termina, y enfoquémonos en esto, muerto.
En un seminario el pasado fin de semana, el ponente nos describía en base a cuadros comparativos de los porcentajes de crecimiento de Latinoamérica, que si El Salvador en 20 años quiere llegar al nivel de desarrollo que en el presente tiene Brasil o México, debemos crecer a un paso promedio de 10% anual por esos 20 años. Es decir, si nos queremos mantener 20 años atrás de estos países, necesitamos alcanzar esos niveles de crecimiento, de lo contrario, quedaremos estancados cada vez más atrás, en pobreza y subdesarrollo. Y no me vayan a decir que es por el tamaño de nuestro país que nunca deberíamos aspirar a alcanzar el crecimiento de esos países. Seremos un país pequeño, pero miren lugares como Hong Kong y Singapur. Un desarrollo acelerado y sostenible es posible. Si se hacen bien las cosas.
Veo entonces noticias como las de Panamá, que está proyectando un crecimiento anual del 9.5%. ¿Y nosotros? Pues dependiendo de a quien le crean. Las cifras más optimistas, que manejan aquellos ingenuos que mencionaba al inicio, quisieran creer que a un 3% de crecimiento. Más bien pareciera que con suerte alcancemos un 1%. Pero esto cae debajo de los niveles de inflación, por lo cual en realidad significaría un decrecimiento. Esto no significa que las cosas se mantengan igual que como están. Para mantener los mismos niveles se necesita cierto nivel de desarrollo que vaya sustituyendo aquello que se va usando, perdiendo y desgastando. Nosotros por el contrario vamos despilfarrando, botando y malgastando un futuro que no es ni nuestro aún. Lo repito. Vamos en mal camino.
Veo con preocupación también la noticia que 3 MYPES cierran a diario. Estas son casi 5,500 medianas y pequeñas empresas que cerrarán en los 5 años de este gobierno. ¿Y esta gente, y sus empleados, que será de ellos? ¿Y cuál es la solución del gobierno? ¡Fácil! Solo hay que castigar a las grandes empresas y a los ricos con más impuestos. Lo repito, como hago frecuentemente, que las soluciones fáciles a problemas complejos causan mayores problemas de los que pretenden solucionar. ¿Qué resultará de estas medidas? Menos ahorro, menos inversión, mayor desempleo, menos consumo y por lo tanto un menor nivel de vida y mayor pobreza para todos los salvadoreños. Si rehúsan ver la causalidad entre la medida y los resultados, con gusto les recomiendo un par de libros que se los podrán explicar mejor que yo. Y lo peor, que este impuesto, que supuestamente es para seguridad, verdaderamente no pretende apoyar un nuevo plan de seguridad. Este dinero lo necesitan para pagar la deuda ya adquirida y mal gastada con organismos como el FMI y BM. ¿Y todo ese pisto que se ha hecho? Yo no he visto que mejoren las cosas. Es más, las veo peor.
Ya lo dije antes. Un desarrollo acelerado y sostenible es posible. Salir del hoyo es posible. Trabajar y prosperar es posible. Pero solo si se hacen bien las cosas. Esto no significa que el gobierno negocie con gremiales las medidas a tomar. El consenso solo significa que todos los involucrados quedan satisfechos con la tajada del pastel que les dieron en la fiesta. El pastel no es de ellos para negociar. Lo que se necesita es dirigir el gobierno y las políticas públicas basado en principios fundamentales del buen gobernar. Se necesita trabajar hacia un sistema Republicano de poderes limitados que les amarre las manos a los políticos y que elimine el sistema de poder clientelista basado en privilegios e intereses, que lejos de ser erradicado, se ha multiplicado. Necesitamos dejar atrás este mercantilismo populista, que es la única oferta real que nos presentan tanto la izquierda como la derecha, y demandar las reformas necesarias para regresar el control y la decisión a la ciudadanía, y arrebatárselo a las élites políticas y económicas que por tanto tiempo han utilizado el poder coactivo del estado para beneficiarse.
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