El Altruismo no es la solución. Parecerá extraño iniciar un artículo dedicado a las bondades del voluntariado y el trabajo de una organización social con esta frase, pero espero lograr dar a entender algo que ciertamente de entrada pareciera contradictorio. Antes de continuar, por cuestiones de transparencia, aclaro que el tema de este artículo no es del todo desinteresado. Tanto mi hermana como mi novia participan muy activamente en Un Techo Para Mi País, organización social cuyo trabajo admiro, y que en este caso, a mi forma, busco promocionar.
Los días jueves 28 y viernes 29 de julio, Un Techo estará llevando a cabo su colecta 2011, con la cual buscan recaudar los fondos para construir 150 viviendas de emergencia para personas en situación de extrema pobreza. Su lema para esta campaña es “hace falta trabajar más.” Me gusta que esta sea la mentalidad que buscan proyectar, ya que muchos en nuestra sociedad han sido llevados a pensar, erróneamente, que por el contrario “hace falta sacrificar más”, y más claramente “hace falta que OTROS sacrifiquen más.”
La dignidad del ser humano se fundamenta principalmente en ser un fin en sí mismo, y nunca solamente un medio para los fines de otros. Este es principalmente el problema que tengo con el concepto de “altruismo.” Altruismo implica el sacrificio de los intereses de un individuo para satisfacer aquellos de otros. Se nos ha hecho creer que es moralmente necesario que nos sacrifiquemos por los demás, y en base a eso esperamos que otros se sacrifiquen por los demás, particularmente, pero no siempre, por los más necesitados. Pero esto necesariamente esconde una concepción equivocada de cómo funcionan las relaciones entre individuos en una sociedad.
En general hay dos tipos de sociedades, con variantes de grados de por medio, las sociedades abiertas y las sociedades cerradas. El común denominador es que en ambas sociedades, como es naturaleza humana, los individuos buscan actuar para mejorar su situación actual, es decir, buscan satisfacer y beneficiar sus intereses como personas. La diferencia es la forma en que esto se lleva a cabo y los resultados necesarios de dicho proceso.
Las sociedades cerradas son aquellas en las cuales se utiliza el poder político, es decir la fuerza y la violencia del Estado, para proteger y privilegiar a algunos ante el sacrificio de otros. Por supuesto, aquellos en el poder nunca aceptarían esto. Ellos justifican su poder alegando que es necesario para satisfacer las necesidades de las mayorías y los necesitados. Y con esta excusa el poder político adquiere una tendencia expansiva. Pero el resultado es siempre muy diferente. Entre más poder tienen los políticos, más se corrompe el sistema. Se vuelve una lucha perenne por el poder. El resultado de este sistema es la guerra de intereses, donde la única forma que un individuo se beneficia a sí mismo es utilizando el poder para quitarle a otro. Sumándole a este proceso los altísimos costos de transacción por un lado, y los desincentivos a la producción individual por el otro, resulta un sistema en retroceso, decadencia y dirigido hacia la expansión de la pobreza. Para resumir, es un sistema en el cual los intereses de los individuos están contrapuestos unos contra otros.
Por el contrario, en una sociedad abierta no puede existir el abuso y la explotación, pues como no se puede utilizar la fuerza y la violencia del Estado para beneficiarse ante el sacrificio de otros, la única forma de beneficiarse a uno mismo es sirviéndole a otros, ya sea el lucro económico que logra el empresario honesto y competitivo al ofrecer productos y servicios de mejor calidad a menor precio a sus consumidores, o el voluntario que recibe una gran satisfacción de su bondad y su trabajo por los demás. Por eso lo que necesitamos es una sociedad abierta y dinámica, donde los intereses de los individuos estén alineados y protegidos, es decir, yo logro lucrarme, ya sea material o emocionalmente, solamente al beneficiar a otros y no ante al sacrificio de estos, y sin el temor que otros utilicen el poder para quitarme aquello que he logrado adquirir legítimamente de esta manera.
El valor moral de un voluntario no se encuentra en un sacrificio impuesto por otros. El ser voluntario no es altruismo. Necesitamos entender que el verdadero lucro no es solamente monetario, si no puede ser también emocional y espiritual. El valor moral del voluntariado yace exactamente en el hecho de ser voluntario, y en el hecho que dicho individuo encuentra gratificante y emocionalmente lucrativo el servirle a los demás. Pero para que esto funcione se necesita una sociedad abierta, en la cual se respeten los derechos individuales y se exalte la dignidad del ser humano. Una sociedad cuya cultura nos enseñe que nuestros intereses están alineados, y que la única forma verdadera de beneficiarnos a nosotros mismos es beneficiando los legítimos intereses de los demás.
Hace falta trabajar más. En general, hacia la construcción de una sociedad abierta de intereses alineados, derechos protegidos y dignidad respetada. Pero en concreto, es muy valioso en este sentido el trabajo que está haciendo la gente de Un Techo Para Mi País, y quiero animarlos, estimados lectores, no solo a apoyar la Colecta que estarán llevando a cabo estos días, sino a involucrarse permanentemente en la construcción de una nueva sociedad a través de proyectos como este. Y acuérdense, como he tratado de dar a entender, que el espíritu impulsador de este trabajo no es el altruismo. Es la bondad, es el trabajo y es el interés propio por la prosperidad de todos.